Adivinación, hostigamiento y muerte
Asamaja Amelia, una señora de mediana edad de Suriname, tenía
17 años cuando se envolvió en la adivinación, una forma de espiritismo.
Alcanzó gran estima en su comunidad porque sus predicciones se realizaban, y
por el beneficio que recibían los que buscaban su consejo. (Compárese con
Hechos 16:16.) Pero algo le causaba molestia.
“Los espíritus que me utilizaban para expresarse eran bondadosos con las personas que buscaban su ayuda —dice—, pero a mí me hacían sufrir mucho. Después de cada sesión, me sentía como si me hubieran golpeado, y casi no podía moverme. Al caer la noche yo buscaba el descanso, pero ellos no me dejaban quieta. Me perturbaban, hablándome y manteniéndome despierta. ¡Y qué cosas horribles decían!” Suspira, y con la mirada baja, sacude la cabeza con movimiento de repugnancia. “Les encantaba hablar de las relaciones sexuales e insistían en tener coito conmigo. Aquello me alarmaba. Yo estaba casada. No quería ser infiel a mi esposo, y eso les dije. De nada valió. En cierta ocasión una fuerza invisible me venció, me tocó y apretó el cuerpo, y hasta me mordió. Me sentí muy abatida.”
Usted quizás diga: ‘¿Espíritus que animan a cometer inmoralidad
sexual? ¡Eso es increíble!’. ¿Es posible tal degradación en unos espíritus?
“¡Es peor que eso! —dice Izaak, a quien ya mencionamos—. Cierta
noche nos llamaron para ayudar a una enferma a quien perturbaba un espíritu. El
guía del grupo —el médium de un espíritu más fuerte— trató de echar a aquel
espíritu. Pasamos un día entero suplicando la ayuda del espíritu del guía.
Danzamos y tocamos los tambores, y la enferma empezó a mejorar. El guía le
ordenó al espíritu que afligía a la enferma que saliera de ella, y así sucedió.
‘Hemos vencido’, dijo el guía. Entonces nos sentamos a descansar.”
Izaak
hace una pausa significativa, y por un momento sus ademanes cesan. Entonces
continúa: “Pasó un rato, y parecía que todo marchaba bien, pero entonces nos
sacudió un grito terrible. Acudimos corriendo a la casa de donde había venido
el grito y vimos allí a la esposa del guía. Lloraba histéricamente. Dentro de
la casa estaba su hijita... ¡con la cabeza vuelta totalmente hacia atrás! Una
fuerza le había torcido violentamente el cuello y se lo había quebrado,
matándola como hacen algunos con las gallinas... aparentemente la venganza del
espíritu que había salido de la enferma. ¡Horrible! Esos espíritus son
asesinos, y les deleita matar”